Es un efecto extraño. Una mujer, un hombre, cuyo rostro bien cuidado denota la atención que le presta, lo mucho que se cuida, del que es difícil decir qué edad tiene… hasta que se lleva las manos a la cara. Entonces, se hace realidad esa frase acuñada según la cual “más enseñan las manos que los labios“.
Sí, nuestras manos son unas chivatas. Cuentan muchas cosas sobre nosotros. Demasiadas, incluso.